5 de noviembre de 1999 | Primer Viernes de mes
No creáis que me he alejado ni que he retirado mi mano de esta Obra, pues de mí salió y a mí volverá luego de dar sus frutos fuertes, sanos y abundantes. ¿Por qué habéis abandonado vuestra forma de seguirme de los primeros tiempos? ¿Por qué habéis dejado de lado el amor que poníais en cumplir mis pedidos, la voluntad en hacer sacrificios? ¿Por qué habéis perdido la alegría de ser mis apóstoles y elegidos? No permitáis que el enemigo os robe vuestro tesoro.
¡Volved, volved al fervor de los primeros tiempos! Volved a la entrega, al trabajo, a los grandes ideales que Yo mismo he puesto en vuestros corazones: la salvación de las almas, la bendición de la humanidad, la propagación de la misericordia.
Se acerca un tiempo difícil, sumamente difícil para vuestro país. Muchos sufrirán grandes necesidades y aumentará considerablemente la corrupción moral, en especial de vuestra juventud. Preparaos, pues, para ser signos de misericordia y amor, para ser mensajeros de esperanza y portadores incondicionales de la verdad frente a todas esas calamidades, porque solo podréis alcanzar el éxito con mi ayuda y la de mi Madre.
Preparaos, pues. Recibid mi bendición, en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
Cuanto mayor es la oscuridad reinante, tanto más brilla la auténtica luz en medio de ella. Paz.
Lectura: Ageo, Cap. 1, Vers. 3 al 11.
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