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ARGENTINA, TIERRA QUE OYE

LA PLATA, 6 de mayo de 1988
CENÁCULO NUESTRA SEÑORA DE TODAS LAS GRACIAS

Lectura: San Mateo Cap. 22, Vers. 1 al 14.

Dice el Señor que vean y sepan juzgar como Él ha cumplido lo que había prometido cuando dijo que aumentaría el número de participantes en los lugares de oración y que vean también y sepan apreciar la presencia de personas que son de aquí mismo, de esta ciudad. Así como una vez, dice el Señor, coloqué amenazas sobre su cabeza ahora coloco bendiciones sobre los que abran su corazón.
Dice el Señor que no todo está perdido cuando se recurre a la intervención divina.
Paz a vosotros, ovejas de mi grey. Sabed que mi presencia entre ustedes apunta solamente a llevaros a la meta final con éxito y no es por mostrarme, no es por enorgullecer a este instrumento ni es por preferir a una u otra persona. En los momentos de actuar elijo la forma, el lugar y las personas para hacerlo y mi Espíritu sopla cuando y como quiere siempre dentro de mi Iglesia y con mayor fuerza aún dentro de los consagrados.
Quiero preveniros sobre algo que puede sucederos en estos días y ya está sucediendo en varios de vosotros, es una trampa infernal que el demonio viene tendiendo y esta trampa se llama estancamiento, el estancamiento espiritual. Cuando uno cree haber culminado con su tarea de perfeccionamiento, es terriblemente nocivo para el alma que cae en el y no tarda mucho Satanás en hacer retroceder a esta alma hasta más abajo aún de lo que se encontraba antes de hallar al Señor. Esto es así. Vosotros os ponéis alegres cuando estáis conmigo y tomáis iniciativas fervorosas, luego, al pensar que habéis ganado un lugar, un sitio en el Reino os quedáis quietos y allí, allí introduce la insidia el enemigo, os enfría, os aquieta. Luego os comienza a inquietar, por vuestro recuerdo de vida anterior y así muy lentamente lo lleva a retroceder y va inclinando vuestro camino en pendiente hacia atrás para que no podáis avanzar sino muy penosamente y os será tal vez, según vuestro pensamiento, mucho más sencillo conservar algunas pequeñas cosas para vosotros. Hoy os digo esas pequeñas cosas son las pequeñas brasas que encienden el gran fuego que quemará vuestra fe y os dejará inútiles para trabajar en mi Obra. No conservéis ni la más mínima cosa en vosotros, depositadla todo en manos de mi Madre y Ella os traerá a mí.
Palabras simples para hombres simples pero efectivas siempre y cada vez más. Así es como diferenciaréis mis palabras de las del resto. Todas las demás llevan la carga propia de quién las dice, las mías pues son palabras-obras, pues trabajan por su propia fuerza en quienes las reciben con corazón abierto.
Fuertes momentos de dolor esperan a este mundo y solo la gracia divina os podrá auxiliar. ¿Qué más deseáis, vosotros, herederos del Reino? ¿Porqué continuáis aún empecinados en vuestro yo y no colocáis a Dios en vuestro interior? Intentáis de todas formas apagar el fuego sagrado que os invita a la conversión y lucháis así como auténticos demonios en mi contra por simples cosas pasajeras. No seáis así vosotros. Ponéos a trabajar sobre firme, a cada uno daré su tiempo. ¡Pobre de aquél que deja pasar en vano las advertencias del Cielo! ¡Pobre de aquél que hace oídos sordos a los llamados del Señor! ¡Pobre de aquél que no pida fuerzas para cumplir lo que oye!
Deseo en esta próxima semana que acudan a sus parroquias y oren frente a los sagrarios, antes o después de la Santa Misa, pidiendo dos intenciones, por vuestra patria, Argentina, tierra que oye, y por la Iglesia Universal que sufrirá su mayor purificación, nunca antes vista y nunca después oída. Será el tiempo de los tiempos. Pedid, de vuestra intensidad y fuerza dependerán las gracias, pedid y no temáis ni os pongáis a hacer cálculos mundanos. Vivid en confianza, solo así obtendréis el don precioso que es la paz.
Permitid que os bendiga a vosotros y vuestros objetos de culto para que se acerquen más a mí. Os bendigo, os sano y os doy la paz, amados hijos de mi corazón, siempre para vosotros seré Padre, Hijo y Espíritu Santo.
A quién crea lo dicho basta, a quién no crea nunca habrá suficiente, pues la puerta tiene cerrojo desde dentro.
Quedad en paz. Os amo.

Bendición de los dos sacerdotes presentes.




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