5 de octubre de 2001 | Primer Viernes de mes

¡Qué mayor alegría para un Padre que recibir al hijo perdido que retorna! ¡Cuán grande es esa alegría cuando a la vez de retornar lo hace arrepentido y pidiendo perdón, humillado! ¿Cómo resistir el poder de ese amor que se derrama desde su corazón hacia ese hijo caído? Esa es, pues, mi misericordia: ¡Volved siempre a mí! no interesa cuán lejos hayáis llegado en el camino del pecado o del mal. ¡Volved a mí! ¡Retornad a mí! ¡Arrepentíos, pedid perdón, y Yo os recibiré!
Injusto es, pues, el hombre cuando vive lejos de su Dios. Injusta y miserable es su vida cuando traza sus planes humanamente, lejos de mis caminos. No transforméis vosotros vuestra vida en una vida injusta, sin mi bendición.
Tened paz. Yo os bendigo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: "Amén").
No olvidéis que mucho espero de vosotros y os lo haré saber. Paz.
Lectura: I Carta de San Juan, Cap. 2, Vers. 24 al 29.
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