28 de enero del 2000.
Este, mi Santuario, es, y seguirá siendo, el lugar predilecto de mi misericordia, lugar de paz y bendición para todo aquel que concurra con fe a buscar en él mis gracias. Cuanto más se empeñe mi enemigo en hacerlo desaparecer, más brillará, y cuanto más se trate de destruirlo, más crecerá. Porque es mi mano la que lo sostiene, mi gracia, la que reina en él, y Yo duplicaré las bendiciones cuando se intente acallar la voz de mi presencia aquí.
¡Ay de aquellos que, reconociendo mi presencia, fomentan la indiferencia para que las ovejas no se acerquen a mí! ¡Ay de aquellos que profieren amenazas contra mi tierra santa, porque no habrá lugar donde mi Justicia no los alcance y paguen por tal ofensa! ¡Ay de aquellos que ataquen a mi instrumento, pues sufrirán el doble de lo que desean para él!
Mi ángel aquí presente, día y noche, custodia mi Santuario y a todos sus fieles: ofrecedle vuestras oraciones y él las hará llegar prontamente a mí. Tened paz. Recibid la bendición de vuestro Señor, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
Aunque el mundo entero tiemble, tenéis vosotros refugio seguro. Paz.
Lectura: Hechos de los Apóstoles, Cap. 19, Vers. 11 al 16.
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