10 de julio de 1998
¡Alegraos, pues, en vuestro Dios! ¡Os repito: ¡Alegraos! Si deseáis ser efectivos en vuestro apostolado, ¡alegraos y mostrad alegría de lo que hacéis en todo momento!, pues por naturaleza la humanidad huye de aquello que le produce dolor o lo entristece, mas se siente atraído hacia aquello que es alegría y que promete felicidad. Pues bien, vosotros tenéis en las manos ese tesoro. Mi misericordia os permite estar alegres, pues os he dado una promesa que cumpliré si vosotros cumplís con vuestra parte. ¿Por qué entonces no presentarlo todo con verdadera alegría? ¡Alegraos!, ¡alegrad a otros!, no con la alegría del mundo, no con la risa vacía y vana, sino con el verdadero gozo de estar sembrando el surco para el Señor. ¡Alegraos, pensando en la flor y el fruto! ¡Alegraos y dad alegría! o nada conseguiréis. Si ponéis vuestro empeño y os falta el gozo espiritual, no conseguiréis la adhesión de quienes os rodean.
Mostrad, pues, si en realidad sois felices al lado de vuestro Señor, y otros os seguirán.
Yo os bendigo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
Os he dicho y os repito que mucho espero de vosotros, no lo olvidéis. No lo olvidéis. Paz.
Lectura: San Lucas, Cap. 14, Vers. 25 al 35.
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