22 de noviembre de 1996
Atesorad la buena moneda, guardad en vuestras arcas el oro fino, como el buen comerciante negocia buscando su mejor ganancia. Realizad más y mejores obras de caridad con las que compraréis vuestro paso a mi Reino. No dejéis pasar oportunidad alguna de aumentar vuestro tesoro, porque de ello podréis gloriaros luego en la eternidad. Pensad bien: con cada obra de caridad que realizáis a vuestro alrededor, aumentáis vuestras posibilidades de gozar en el Cielo, ¡y cuántas veces os observo indiferentes, sin preocupación, distraídos, poco voluntariosos en cumplir con ellas! Mucho lamentaréis las oportunidades perdidas y cada día de vuestra vida que haya pasado sin haber realizado un servicio espiritual o material a uno de vuestros hermanos que os rodean. Yo siembro en vuestra vida las oportunidades para que las aprovechéis: estad atentos a ellas y no os miréis tanto vosotros mismos que quién camina mirándose a un espejo tropieza y cae.
Tened paz. Yo os bendigo por estar aquí, por oír mis palabras, y especialmente si deseáis ponerlas en práctica en el nombre del Padre y del Hijo, y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
Yo soy el Rey: Rey de las almas... Rey del amor. Si deseáis aceptarme por vuestro Rey, cumplid mis pedidos y perteneceréis a mi Reino eternamente. Paz.
Lectura: II Carta a los Corintios, Cap. 10, Vers. 1 al 6.
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