20 de septiembre de 1996
Decid, pues, vosotros que reclamáis mi intervención pronta en vuestro favor: ¿En qué me habéis aventajado para exigirme? Pues si vosotros sufrís, Yo he sufrido primero; si sois perseguidos, Yo lo he sido antes; si recibís incomprensión, Yo también he sido incomprendido; si os traicionan, Yo he sido el más gravemente traicionado; si os quitan la libertad, Yo he sido el más injusto prisionero. Todo dolor y toda pena se abalanzó sobre mí, porque quise recibirla por amor a vosotros, y pretendéis de mí solo consuelo y gracias, solo amor y misericordia, solo milagros y bendiciones; y a la hora de sufrir: ¿también vosotros queréis abandonar el camino?... Yo he vencido todos los dolores y la muerte misma por la fuerza del amor, ¿no os alcanza, pues, vuestro amor para soportar algo por mí? No temáis a quienes matan el cuerpo y nada más pueden hacer. Temed con mayor razón por vuestra condenación eterna y preocupaos más por vuestra salvación que por vuestra muerte. Tened paz. Muchos en el mundo mueren sin asistencia por falta de obreros, mas otros no reciben esta ayuda por negligencia de mis ministros. ¡Ay de aquellos que pudiendo ayudar a bien morir niegan esta entrada al Cielo a las almas, porque duro será su Juicio e implacable! Orad... y orad mucho, para que aquellos que se encuentran en el trance de la muerte alcancen la salvación. Si pedís con fervor e insistencia, Yo haré que muchos se salven.
Tened paz. Yo os bendigo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
En todas partes, desde los cuatro puntos cardinales, estoy llamando a mis servidores fieles, a mi ejército, a mi rebaño, todos convocados por mi voz para presentarse a la batalla. Responded vosotros también con prontitud. Paz.
Lectura: Ezequiel, Cap. 43, Vers. 1 al 9.
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