12 de julio de 1996
Necesaria es la fuerza que recibís a través de la recepción de la eucaristía. Por eso, desde la próxima reunión y cada vez que falte asistencia sacerdotal aquí, yo mismo vendré a administrar para éste (el vidente) el Sacramento. Mas lo haré en forma no visible para vosotros, pues no se trata de una demostración, sino de un acto de amor y de protección para mi instrumento.
Oíd, apóstoles del Señor: guardaos bien de practicar vuestra justicia y vuestras buenas obras y luego reclamar el reconocimiento de los hombres, porque de esa manera perdéis todo mérito frente a Dios que solo acepta aquello que está ofrecido con humildad. Guardaos, pues, de servir al Señor para ser reconocidos pues de esa manera os estáis sirviendo a vosotros mismos y a vuestro orgullo. Sacrificaos y trabajad en lo oculto y nunca reclaméis para vosotros ningún valor importante, humanamente hablando, pues todo sacrificio que realicéis en secreto por mí será premiado mucho más que si todo el mundo lo conociese.
Y si vuestro deseo es hacer valer vuestras obras, hacedlas, pues, por otros... mas no por mí.
Tened paz. Animaos en el camino de la conversión; progresad silenciosamente y no oigáis las voces de aquellos que os quieren desviar de mi lado. Yo os bendigo, mi Madre os bendice en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
Entendedlo bien: si algo hacéis para el Señor, el Señor juzgará. Paz.
Lectura: San Mateo, Cap. 12, Vers. 22 al 30.
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