5 de julio de 1996 | Primer Viernes de mes
Guardad con atención esta enseñanza que hoy os daré, porque os será de mucha utilidad en el futuro.
Verdad es y vosotros lo sabéis que durante la Consagración el pan y el vino se transforman en mi Cuerpo y mi Sangre y yo estoy allí como ya os lo he enseñado: vivo y presente. Mas, en estos tiempos, se intenta degradar esta verdad enseñando que en las pequeñas partículas de pan o de vino no se halla mi presencia y no es así. Aún en esas pequeñas partículas estoy yo, vuestro Señor. Por eso, el cuidado que deseo que se tenga para que éstas no se dispersen o caigan o sean tratadas con indignidad por los fieles, o lo que es más triste aún, por mis propios ministros. Recordadlo bien: Yo estoy allí, ovejas mías, en cada partícula de ese pan y ese vino consagrados que se transforman en mi Cuerpo y en mi Sangre y que es digno de reverencia y adoración no por su tamaño o calidad sino porque allí estoy yo. Solo la verdadera devoción a mi presencia en la eucaristía os confortará y acrecentará vuestra fe para enfrentar las próximas pruebas.
Tened paz. Al bendeciros mis ángeles también lo harán. Retornad al mundo llevando mi Palabra en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
Conservad todas mis enseñanzas; formad con ellas vuestro más grande tesoro, pues con él compraréis vuestra salvación. Paz.
Lectura: Hechos de los Apóstoles, Cap. 15, Vers. 6 al 12.
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