PARA DESPERTAR
LOS CORAZONES DORMIDOS
23 de septiembre de 1994
En muchos lugares, mis mensajes continúan siendo criticados por su dureza, ¿mas, qué opinaríais vosotros de aquel médico que conociendo la enfermedad mortal de su paciente no le aplica el tratamiento que corresponde debido a que este es muy doloroso y permite el avance de la enfermedad hasta que esta acabe con esta persona? ¿No preferiría acaso este enfermo un tratamiento doloroso, pero efectivo, que contrarrestara los efectos de esta enfermedad? Pues bien, la humanidad entera es un cuerpo enfermo, y Yo, el gran médico de las almas lo sanaré o al menos aliviaré sus sufrimientos en parte aplicando el remedio necesario para que reaccione favorablemente: ese remedio son mis Palabras y este es el instrumento del cual me valgo pues mientras tenga cosas que decir utilizaré instrumentos humanos para que se muestre aún más mi gloria en sus defectos y en la perfección de mis consejos.
Que no os apene, entonces, lo duro de mis palabras pues esta dureza es necesaria para despertar los corazones dormidos, las voluntades encallecidas en el mal y obligar a muchos a elevar su mirada hacia mí. Una vez que encuentren el camino seré para ellos todo dulzura y misericordia y mi perdón salvará a muchos, mas es necesario que esta voz no sea acallada, pues mucho hay aún por decir.
Tened paz y seguid confiadamente los consejos que brotan de mi amor por vosotros: es porque os amo, os corrijo de continuo. Dejad que el mundo escuche la voz del mundo, vosotros seguid la voz de vuestro Pastor.
Yo os bendigo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
Esforzáos por orar mejor y que vuestros labios reflejen vuestro corazón. Paz.
Lectura: San Mateo, Cap. 7, Vers. 15 al 20.
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