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Edición Nro. 27

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ESTE ES EL SANTUARIO DE MI MISERICORDIA
Y LO QUE PIDÁIS AQUÍ EN MIS MANOS ESTÁ

21 de junio de 1991

Mi paz a vosotros, ovejas de mi grey.
Día tras día, mi voz se hace oír entre vosotros para llamaros a una auténtica conversión, a una verdadera vida de fe. No es mi deseo que os quedéis estancados; deseo que caminéis junto a mí por el sendero de vuestra salvación.
¡Jesús, puedo acercarme! (dice la misma persona que habló en mensajes anteriores). Todo está bien donde está.
Este santo lugar bendecido por mi presencia y misericordia ha obrado y obrará muchos prodigios y maravillas que solo serán inteligibles para aquellos corazones que verdaderamente desean la Verdad y el Amor de Dios. No hay lugar, pues, en este recinto para quienes busquen su propia gloria o busquen ser alabados por sus propios méritos, todo aquí será sacrificio y oración, todo aquí será humildad y silencio, la tarea desinteresada pero activa hará crecer mi Obra prontamente y mi bendición no faltará en cada momento. Un sitio como éste, no puede ser dejado de lado, ni abandonado al olvido ni colocado entre los demás lugares comunes de devoción. He dicho y lo repito: Este es el Santuario de mi misericordia y lo que aquí pidáis, en mis manos está.
He puesto entre vosotros, a mi enviado, para que mis palabras lleguen sin tardanza, mas del cumplimiento interior de ellas, cada uno rendirá estrecha cuenta, pues de vuestra voluntad y libertad dependen. Si el amor os mueve, nada temáis, pues Yo soy el Amor Vivo. Recibid la bendición, sea para vosotros liberación en cuerpo y alma, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).. En la reunión del primer viernes de mes, reiteraré la bendición de las coronas de Rosario como en una oportunidad, una por persona, cada uno de los asistentes.
Quién más recibe, más cuenta deberá rendir.
La paz llegue a los corazones abiertos.
Sabed que el mundo no desea veros porque vuestro ejemplo arrastra cuando es dado con verdadero amor; el mundo no desea oíros porque vuestra voz, cuando os entregáis a mí, no es la vuestra sino la mía.
Todo se ha enfriado, la fe, la esperanza, el amor y solo el calor, el fuego inagotable de mi corazón podrá derretir ese hielo; acercáos todos a mí y lo sentiréis también arder dentro vuestro.
La paz a los corazones bien dispuestos.

Lectura: Eclesiastés, Cap. 7, Vers. 19 al 23.





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