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Edición Nro. 27

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¿OS DAIS VERDADERA CUENTA DE QUIÉN
OS HABLA Y PARA QUÉ?

14 de junio de 1991

La paz a vosotros, ovejas de mi grey.
Pensad y meditad con atención mis palabras para que podáis sacar de ellas luz en estos momentos de oscuridad general.
¿Acaso la continuidad de mis palabras en forma de mensaje os ha hecho olvidar que estas manifestaciones son un fruto excepcional de la misericordia divina, en un tiempo en que son sumamente necesarias, y se realizan como último auxilio para esta humanidad? ¿Acaso os habéis acostumbrado a oír mi voz al punto tal de creer que es una simple voz de hombre y que como hombre presenta simplemente una idea más entre tantas? ¿Acaso por reiterar mis pedidos en una forma insistente los practicáis como una simple ley exterior olvidando el espíritu de amor, el espíritu de sacrificio con que cada práctica debe realizarse y que es lo que en realidad me interesa? ¿Acaso por ocuparos de juzgar a los demás habéis olvidado poneros vosotros mismos bajo juicio y con la misma severidad con que criticáis pública o privadamente a otros, realizar vuestra propia crítica?
¿Acaso porque tardan las profecías en caer sobre esta humanidad, en forma irrevocable, vuestro fervor se ha ido perdiendo sin daros cuenta que esta demora es solo obra de la Misericordia?
¿Tal vez, vosotros también desearéis dejarme? Pensad y meditad; cuando la voz de la Verdad se hace oír, los corazones tiemblan, los rostros palidecen, los ángeles se conmueven. Vosotros: ¿Os dáis verdadera cuenta de Quién os habla y para qué? No es mi deseo perturbaros sino poneros en verdadera relación conmigo. Yo soy vuestro Dios y vosotros mis hijos, si me amáis, cumplid mis pedidos. Yo os bendigo, recibid la paz y fortaleza en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
Sabed que el mundo no desea veros porque vuestro ejemplo arrastra cuando es dado con verdadero amor; el mundo no desea oíros porque vuestra voz, cuando os entregáis a mí, no es la vuestra sino la mía.
Todo se ha enfriado, la fe, la esperanza, el amor y solo el calor, el fuego inagotable de mi corazón podrá derretir ese hielo; acercáos todos a mí y lo sentiréis también arder dentro vuestro.
La paz a los corazones bien dispuestos.

Lectura: San Marcos, Cap. 11, Vers. 12 al 14.





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