CARGANDO...
POR FAVOR, ESPERE...




Cargando...
PROFECÍAS CUMPLIDAS Y MENSAJES CONFIRMADOS
ADVERTENCIAS FINALES
MENSAJES UNIVERSALES
MENSAJES SOBRE ARGENTINA
MENSAJES ESPECIALES
EL BUEN PASTOR Nro. 1 al 10
EL BUEN PASTOR Nro. 11 al 20
EL BUEN PASTOR Nro. 21 al 30
EL BUEN PASTOR Nro. 31 al 40
EL BUEN PASTOR Nro. 41 al 47
ÚLTIMOS MENSAJES
CONOZCA NUESTROS SITIOS


Edición Nro. 24

ANTERIOR     |     SIGUIENTE





LAS CANCIONES JAMÁS
REEMPLAZARÁN LA ORACIÓN

26 de octubre de 1990

(Visión) Hoy, hoy se puede ver, se puede ver al Señor y a la Virgen Santísima, se puede ver hoy, han venido juntos para fortalecer y bendecir a todos porque se acercan horas de mucho temor, de mucho temor y el cumplimiento de las profecías está muy, muy cerca. La Virgencita dice: «Pobrecitos, hijos, ¡cuánto van a sufrir por hacer el bien!». Y el Señor dice: diles que Yo estaré con los que sean fieles a mi Palabra y los protegeré de los peligros, aún de los más grandes.
Mi paz a vosotros, ovejas de mi grey.
Oíd con los oídos del alma las enseñanzas que el Maestro de los maestros trae hoy a vosotros para que las aprovechéis y déis a otros a beber el agua fresca de la Sabiduría de Dios.
Hoy deseo hablaros de un tema que pocas veces ha sido tocado pero que no deja de ser importante y se refiere a las canciones que acompañan la liturgia de las misas. Desde hace tiempo ya, las canciones que el Pueblo canta acompañando la liturgia no son aquellas que antiguamente se realizaban y llamaban a la piedad y al encuentro con Dios, por el contrario, la intromisión de canciones profanas, por su letra o por su música, llevan a un clima de agitación y aturdimiento que no deja al alma reposar en la paz de Dios. Se cree que por aplaudir o tocar muchos instrumentos las misas atraerán más personas y no es así, y aunque así fuere, quién se acerque a mis templos a buscar diversión está siguiendo el camino equivocado y su presencia profana mi casa.
Vigilad bien, pues, cómo se canta y qué se canta en mis templos. La música es a veces indebidamente prolongada, más os diré, aquellos responsables de preparar y ejecutar las canciones en la Sagrada Liturgia deben ser un ejemplo para la comunidad por su forma de vivir el Evangelio de manera tal que ese lugar público que ocupan no sea motivo de escándalo para el resto y sobre todo tener una noción clara y profunda de mi presencia bajo las especies de pan y vino.
No es necesaria una vocación artística para dirigir las canciones que acompañan el sacrificio de la misa. Sabedlo bien, tened cuidado, pues ya se han introducido a través de estas canciones muchas letras y músicas que profanan mis templos, es el comienzo de una tarea de destrucción, de mundanización, que no deseo sea así dentro de mi Iglesia, pues ésta debe iluminar el mundo y no contagiarse de él. Aquellos que más responsabilidad tenéis en la participación de la Liturgia, velad con cautela, prudencia y cuidado y con auténtico celo sobre las canciones que se cantan, su música, su letra y sus intenciones explícitas u ocultas. La música dentro de la Celebración debe dar el marco ideal para que el alma vibrando se acerque a Dios motivada por un sentimiento de piedad y amor, si no se logra ese objetivo, el clima de la Santa Celebración está roto y difícilmente pueda sacarse gran provecho de la misma sin recurrir a un esfuerzo casi sobrehumano.
Tened paz, hijos míos, no es mi deseo solamente criticar sino pedir que intentéis en la medida de vuestras posibilidades cambiar aquello que está mal y reparar lo que otros destruyen.
Si a cada profanación respondéis con la correspondiente reparación, seguiré dando tiempo de misericordia para el acercamiento de las almas. Y sabed esto: las canciones jamás reemplazarán la oración pues la oración es el tesoro más grande luego de la eucaristía con que vosotros podéis comunicaros conmigo. Podrán guiar o enmarcar debidamente una oración pero nunca reemplazarla y menos anularla. Tened en cuenta ésto y vivid según mis indicaciones.
Paz a mis hijos, paz a los auténticos seguidores de la palabra de verdad, bendición a vosotros, hijos míos, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
Recordad en el primer viernes de mes vuestras cruces para bendecir, ellas son signos de la que cada uno porta invisiblemente acompañándome en el camino de la dolorosa pasión por esta humanidad alejada de mi amor.
Mi Corazón esté entre vosotros y que el Espíritu Santo anide en las almas limpias y de buena voluntad. Paz.

Lectura: Hechos de los Apóstoles, Cap. 13, Vers. 29 al 41.





ANTERIOR     |     SIGUIENTE