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Edición Nro. 13

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SED VOLUNTARIOSOS OBREROS
DE LA SALVACIÓN

27 de septiembre de 1989

La paz a vosotros, pequeñas ovejas de mi rebaño.
¿Acaso os habéis preguntado por qué cada vez que vengo aquí a vosotros a vuestras reuniones y hago oír mi voz comienzo deseándoos paz?, porque solo si mantenéis vuestro espíritu en paz podréis aprovechar mis palabras pues solo si tenéis paz interior es señal de vuestra buena predisposición y vuestra futura obediencia, porque lo que en paz se recibe en paz se transmite, por eso os deseo paz, no como el mundo la da, solo como mi corazón misericordioso puede dar.
Guardaos muy bien en estos días de perder vuestra humildad que las pruebas se han encargado de acrecentar en cada uno de vosotros y las constantes contradicciones han entrenado. Manteneos humildes pues muy difícil es en los triunfos no exagerar y querer tomar revancha, guardaos bien de esta trampa os lo advierto. Mantened paz y humildad unidos a vuestra buena voluntad de seguir mis mandatos: eso os asegura el triunfo siempre aunque el mundo no lo vea.
Preparaos convenientemente para la Fiesta que celebra a mi Madre como advocación del Rosario es lo más conveniente dedicarle una Novena de oraciones y sobre todo el Santo Rosario cuya advocación es la que se celebrará. Grandes gracias promete esta Madre del Cielo para aquellos que durante nueve días rezando el Santo Rosario se propongan acompañarla en sus pedidos por la conversión de la humanidad.
En vuestra próxima reunión del día viernes os haré sentir especialmente la presencia de los tres Arcángeles que se celebra para que ellos con su fuerza os den ejemplo de seguimiento de la verdad y os animen a ser fieles hasta el fin. Celebraréis, pues, el día de los Santos Arcángeles junto a ellos mismos, palabra de vuestro Señor.
Las promesas de Dios se cumplen infaliblemente, las promesas del mundo se hunden en argumentos estériles y en excusas vanas, solo Dios perdura por siempre y lo que a Él esté adherido.
Os bendigo, hijos míos, sed voluntariosos obreros de la salvación, recibid de Quién os ama la bendición en nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
Lejos de ser por vuestros méritos, reconoced que mi palabra llega a ustedes por obra de misericordia, como fruto de este amor que me mantiene atento a vosotros con el deseo de Padre de estrecharlos por siempre en mi corazón. Soy misericordioso mas no puedo dejar de ser justo, tenedlo en cuenta si queréis tener la verdadera medida de Dios.
Paz a quién pueda recibirla en su corazón.

Lectura: Apocalipsis, Cap.18, Vers. 20 al 24.





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