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DEJAD QUE OTROS
SEAN NECIOS EN SU SABIDURÍA;
SED VOSOTROS SABIOS
EN VUESTRA IGNORANCIA

12 de mayo de 1989
CAPILLA SAN ANTONIO DE PADUA

La paz con vosotros, ovejas de mi grey.
Bendito sea el hombre que confiando en la Palabra de su Dios busca la salvación de su alma por el camino que el Señor le ha trazado, a pesar de los dolores, dificultades y problemas que se presentan frente a él, atravesando todo tipo de circunstancias, con la confianza puesta en mí.
Bendita intención habéis traido hoy aquí de formar en vuestros hogares un lugar de oración para honrar y alabar a Aquél que por siempre es santo y os ama. Bendita intención que recibirá justo premio pues llevaréis vosotros de aquí, hoy, un custodio para vuestro cenáculo de oración que trabajará con y por vosotros en esta empresa que todo cristiano debe emprender: ayudar a la humanidad a retornar a Dios.
Mientras oráis, mis ángeles se irán alineando junto a vosotros para acompañaros de regreso y permanecer al servicio de vuestras oraciones, por mi mandato, y en este momento tan especial en que más necesitáis ayuda del Cielo.
Mañana a medianoche, (Pentecostés) realizad una oración especial pidiendo la intervención del Padre, enviando su Santo Espíritu a vosotros y sentiréis la fuerza de sus siete dones penetrar vuestra alma. Uníos exactamente a medianoche, a través de las distancias, todos en mi corazón misericordioso y justo y El les obtendrá del Padre: el Espíritu de Vida.
Vosotros que participáis habitualmente del Santo Sacrificio de la Misa os pido que guardéis el ayuno eucarístico, una hora antes1 del momento de iniciarse la Santa Misa, debéis dejar de recibir cualquier tipo de alimento, excepto agua, como señal de reverencia y preparación al momento en que Yo, vuestro Señor, tomaré ocupación en vuestra alma. Recordad y haced recordar el ayuno eucarístico, un medio más que os doy de agradarme en medio de la iniquidad de este mundo.
Pronto tendrán noticias acerca de alzamientos en contra de la autoridad del Santo Padre, que rige a la Iglesia en mi nombre; desoíd esas llamadas del demonio, seguid firmes, pues el timón está en manos de Pedro (el Santo Padre Juan Pablo II) y si él guía, mi Espíritu está con él: guardáos bien y aprended a discernir pues las trampas que vendrán son superiores a las que habéis pasado, pues vuestro enemigo y el mío, cada vez intenta con mejores argumentos y artilugios, distraerlos y hundirlos. No pongáis jamás en duda la autoridad del Papado sobre todos los fieles y muy especialmente en los aspectos fundamentales de la Doctrina sobre los cuales posee una luz especial.
Continuad vuestro camino en pos de mí, humilde y pacientemente, perseverando en la oración, pues de esta forma, todo lo lograréis del que todo lo tiene y todo lo rige. Dejad que otros ignoren mi existencia, dejad que otros intenten medir con ojo humano los alcances de lo que solo el Espíritu de Dios sabe, dejad que otros sean necios en su sabiduría, sed vosotros sabios en vuestra ignorancia. Y mantenéos unidos a la Santa Iglesia, Yo encontraré el camino siempre a través de Ella.
Sed felices, amados míos, pues habéis sido elegidos por el Padre del Cielo para ser mis compañeros y amigos en esta época difícil y dura, y vuestra ardua profesión es mostrarme a vuestros hermanos. Sed felices interiormente y no perdáis la paz, pues la paz que Yo doy a mi rebaño no se halla en ningún lado, en ninguna doctrina, en ningún libro, en ninguna inteligencia; pues es la paz de la armonía entre el espíritu y Dios, y esa armonía es el reinado del amor.
Recibid de Quién os ama: la salud de cuerpo y alma.
Sed fieles en lo poco y se os confiará mucho más.
Os bendigo en Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
Mi paz a vosotros. No olvidéis que vuestro Señor os llama, no os alejéis de su lado."

Lectura: I Libro de Reyes, Cap. 9, Vers. 1 al 9.

1 El actual Código de Derecho Canónico preceptúa lo siguiente al respecto:
Canon 919: «El que ha de recibir la Sagrada Eucaristía ha de abstenerse, al menos por espacio de una hora antes de recibirla, de cualquier comida o bebida, a excepción únicamente del agua o de medicinas.»
Nuestro Señor Jesucristo expresa su deseo de un mayor sacrificio sin desautorizar la palabra oficial de la Santa Iglesia sobre el ayuno eucarístico, sino por el contrario ampliando el margen de esfuerzo en una época especialmente desacralizada.




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