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Edición Nro. 8

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CONFIAD EN MÍ

CAPITAL FEDERAL, 10 de diciembre de 1988
REUNIÓN DE ENFERMOS

La paz con vosotros, ovejas de mi rebaño.
Hoy como antes y siempre estoy entre vosotros para traeros mi palabra de aliento y de enseñanza pues soy vuestro Padre y Maestro y no os dejaré huérfanos de gracias. En este mundo en el cual el lema es “desconfía hasta de tu propia sombra” he venido a llamaros la atención sobre estas palabras, debéis hacer vida en vuestras vidas: “Jesús en Vos confío”; porque la confianza es la llave que abre las puertas de mi corazón y que os acerca todas mis gracias. Confianza, en este mundo habéis aprendido a confiar solo en lo que conseguisteis por vuestra fuerza, inteligencia, vuestra voluntad o preparación y muchas veces por vuestra habilidad dañina, mas no debe ser así, debéis confiar solo en la fuerza del Señor. Debo volver a enseñaros a confiar en mí ¿acaso no es Quién les habla Aquél que ha sacado a Lázaro de los brazos de la muerte? ¿no podría hoy volver a hacerlo aquí entre vosotros? mas sois vosotros mismos quienes dificultáis por vuestra dureza de corazón la acción del Espíritu de Dios pues es una triste realidad, no confiáis en mí. Mas un grito esperanzado se eleva desde vuestras plegarias “Señor, creemos, acrecienta nuestra fe” y esto lograréis a través de la oración, de los sacrificios, del contacto frecuente con mi Cuerpo y mi Sangre, se acrecentará en ustedes la pequeña semilla de la fe. Confiad, en el dolor confiad en mí que sufrí mucho más por vosotros; en la prueba confiad en mí que fui probado por vuestras culpas; en la desazón confiad en mí, que en el Huerto me sentí abatido por vuestras indiferencias; en la soledad confiad en mí, que solo he quedado clavado a un madero y como en esa vez se repite hoy, mi Madre junto a mí es vuestra Madre junto a vosotros en esta cruz que cargáis día a día; el solo vivir esta vida os reporta un sacrificio que sin mi gracia sería insoportable. Y guardáos bien de aspirar a todas las comodidades y beneficios pues estos son los que corrompen y aniquilan las facultades espirituales del alma, por eso, cada uno de vosotros estáis sufriendo falta de algo, carencia, esto hace que os preocupéis por lograrlo pero debéis elevaros hacia mí y pedir con confianza. El que todo tiene en este mundo a Dios desprecia como inservible; no seáis vosotros de esos que adormecen su conciencia en los bienes materiales pues ya lo he dicho y lo repito, mi Reino no es de este mundo y si sois fieles reinaréis conmigo.
Tened paz, perseverad en lo poco, todo es útil con la gracia de vuestro Dios, dejad el tiempo en mis manos y aprovechad todo para vuestro crecimiento pues si sois brotes debéis crecer hasta ser ramas, ramas fuertes que puedan sostener frutos abundantes.
Yo os bendigo, recibid la paz del Rey de la paz y el amor del que es Amor, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Abrid las puertas a vuestro Señor, alisad los caminos porque ya vengo a ustedes, golpeo a vuestras puertas, aquél que me abra entraré y haremos con mi Padre morada en él.
La paz a vosotros.

Lectura: Ezequiel, Cap. 15, Vers. 1 al 8.





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