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NO PERDÁIS LAS ARMAS QUE OS DÍ

HURLINGHAM, 17 de junio de 1988
CENÁCULO MARÍA REINA DE LA PAZ

Cuando os mencioné batalla al comienzo de esta Obra pensabais que me refería a pequeñas luchas interiores, sin embargo no es así amadas ovejas de mi rebaño, pues cuando vuestro Señor dice batalla, es batalla, y cuando dice armas, son armas.
Os dije cierta vez, no perdáis las armas que os dí. Ved pues los soldados antes de cada lucha se entrenan en el uso de sus armas, una y otra vez, hasta llegar a manejarlas con tal perfección que son parte de sí mismos. Al igual deseo de vosotros, os he dado armas poderosas. Veamos: He dicho ayuno: dos veces por semana, quién lo desee y pueda hacerlo según su condición, a pan y agua. He dicho oración: el rezo del Santo Rosario meditado en honor a mi Madre y cualquier otra oración elevada con fe pero nunca reemplazando al Santo Rosario de su primer sitio. He dicho sacramentos: Debéis frecuentar la Santa Misa, la recepción de la sagrada eucaristía en estado de gracia, allí es donde os fortalezco y os doy los dones necesarios. He dicho Palabra de Dios: ¿leéis vosotros mi Palabra? ¿meditáis cada día acerca de una parte de mi vida extractada en los evangelios? No os pido grandes meditaciones solo que estéis al tanto. Ved como el hombre se preocupa muy bien de lo que sucede en todo el mundo, bueno o malo, para bien o para desgracia, mas, las palabras que contienen vida eterna permanecen olvidadas, ellas deberían ocupar el primer sitio y en muchos hogares ni se habla siquiera de su existencia.
Hoy cerraremos una etapa. Se completa hoy el número de lugares santos, predestinados de antemano a irradiar mi gracia y comenzamos un nuevo camino de extensión de gracias hacia los hermanos necesitados.
Meditad sobre vuestra situación frente a mí, según el pedido que os he vuelto a realizar. Y si dejáis entrar la acción del enemigo no os quejéis luego de las consecuencias. Iniciad trabajos para mayor gloria del Reino. Proponed iniciativas, pero no abandonéis las cuatro armas fundamentales que ya os he dado. Si falláis en lo demás es porque esas bases no están lo suficientemente afirmadas en vosotros. Palabra de Quién ve más allá y Quién conoce lo desconocido.
Aquí os dejaré un lugar de oración y mi ángel custodiará este sitio como en todos los demás cenáculos. Siempre que se cumplan con fervor y amor mis pedidos: “María, Reina de la Paz” pues este sentimiento invadirá a las almas que aquí eleven sus plegarias.
Tened paz, amadas ovejas de mi rebaño, desciende sobre vosotros mi bendición. Yo os sano de vuestros males según vuestra fe, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Ved que ya he hecho con vosotros una Alianza que se cumple en la Santa Iglesia. Allí el hombre halla a su Dios, no la despreciéis. Paz a vosotros.

Lectura: Efesios, Cap. 2, Vers. 19 al 21.





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