Berazategui, 18 de marzo de 1988
CENÁCULO JESÚS Y MARÍA POR LA SALVACIÓN DE LAS ALMAS
Y esto te digo a ti Iglesia, Esposa mía, aún hoy necesitas de mi asistencia divina. Estáis viviendo momentos especiales y por eso las gracias son especiales, pero no os aprovechéis solo de ellas pues también el compromiso debe ser especial y particular, con profundidad ya os he dicho que debéis participar de vuestra entrega, ya os he llamado y os he exigido el intento de acercaros. En vosotros está vuestra respuesta y decisión acerca del camino a seguir.
Habéis visto con que facilidad mi misericordia llega y actúa sobre cada uno de los hombres cuando hay buena disposición.
Habéis visto como se resisten las gracias a entrar en aquellos corazones duros por el orgullo. No vengáis a mí con doble intención, ¿no sabéis que os veo claramente? No intentéis probarme o Yo os probaré y no os garantizo que salgáis bien de esa prueba. Sed mansos y humildes con corazón abierto, pues la prudencia es necesaria, pero cuando esta prudencia se transforma en adormecimiento ya no sirve, solo sirve al enemigo.
Renovad en esta semana vuestra consagración al Corazón Inmaculado de María y orad por vuestro Santo Padre, orad por él. Cercano está el mes de la prueba, cercano está el día, en el que le será exigido todo por todos y lo dará. Ahora lo sabéis de antemano, cuando suceda os convenceréis que os lo he dicho con anticipación. Es momento de compromiso para todos vosotros, ya no se acepta, ya no se puede aceptar un compromiso fácil, un término medio, una media entrega, ved que ahora es todo o nada. Y ya lo he dicho y lo repito, el que no da todo no obtendrá todo y es un alma incompleta.
A través del tiempo siempre han habido almas dispuestas a la entrega total, es lo que quiero de vosotros, que seáis en este mundo y en estos días, esas almas que por su entrega y amor iluminarán a mi Iglesia, desde dentro hacia afuera, portando mis gracias. No hay maravilla ni milagro mayor en el mundo que un alma perfectamente consagrada al Señor. No hay mejor signo que una buena conversión, ni mayor señal que una entrega absoluta a la voluntad divina. ¿Recordáis ahora cómo os lo he pedido? Sed perfectos, sed santos, sed Jesús.
Este mundo os necesita, id con confianza.
Descienda sobre vosotros y a través de éste, mi instrumento, la bendición que el Señor da, bendición que marca y obliga, pues pertenecéis al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Vuestra grandeza está en vuestra humildad. Continuad orando.
COPYRIGHT BY FUNDACIÓN MISERICORDIA DIVINA
ASOCIACIÓN DE LAICOS CATÓLICOS