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HABLAD AL MUNDO DE MÍ,
CON VUESTRAS OBRAS

San Juan, 8 de marzo de 1988
CENÁCULO NUESTRA SEÑORA DE LA FORTALEZA

Nuestro Señor dice que aquí hay mucha necesidad de oír su palabra y hay un trabajo muy grande por hacer y se comenzará por los lugares donde se está rezando, en esos lugares de oración donde el Señor está dando sus gracias especiales a sus hijos.
Este lugar tendrá su ángel custodio y se llamará “Nuestra Señora de la Fortaleza” pues alcanzarán todos, a través de la oración en este sitio, la fortaleza necesaria para superar todo tipo de pruebas.
Oíd vosotros, oíd y no tapéis vuestros oídos con orgullo, hablad y no cerréis vuestras bocas con dudas, despertad y no cubráis vuestros ojos, pues la verdad está frente a vosotros. Si deseáis acceder a mi Reino debéis acercaros a mí puramente, santamente, castamente. Mi Madre os dará la fortaleza que necesitéis para esta lucha desigual entre vosotros y vuestras tentaciones. Ved que no hay mayor necedad en el hombre que dejar pasar oportunidad en su conversión.
Os veo con agrado, hijos míos, os amo con preferencia, joyas mías, os acaricio con mis gracias, hijos santos, pero actuad conforme a mis pedidos, pues la humanidad entera naufraga en el pecado y estos lugares donde se ora, se pide, se entrega y se agradece a vuestro Señor, son aquellos oasis a través de los cuales beben y se refrescan las almas necesitadas de amor y se reponen y sacian los pobres pecadores necesitados de paz.
Sabed que tenéis dentro de mi Iglesia el apoyo necesario y todos los medios para alcanzar la gloria, no los desaprovechéis.
El camino es espinoso, pero a través de ello, lograréis lo que todo ser ansía, vuestro fin último, la gloria celestial, la patria eterna, el Reino.
Yo vendré, si, es verdad, esgrimiendo justicia vendré y juzgando a las naciones con vara firme, pero aprovechad la misericordia que derrama mi corazón, esa misericordia que brota del interior del mismo, transformándose hacia vosotros, en los sacramentos de la santa madre Iglesia y conserváos limpios y castos, luchad sin cuartel contra la infección perniciosa del enemigo que intenta introducir toda tentación en vuestra vida, bajo diferentes medios, mas todos apuntan a los mismo: perderos. Queridos míos, él desea perderos en lo profundo de las llamas del Infierno, no os dejéis arrastrar, no os faltará palabra autorizada de mi parte, de la de mi Madre, ya el mundo entero conoce nuestros llamados y aquél que no desea creer es quién sufrirá las consecuencias, pues el Cielo mismo está espectante ante esta tragedia que se cierne sobre la humanidad, la peor tragedia, el peor drama, que hombre alguno pudo haber imaginado, una humanidad sin Dios.
Vuestro enemigo os castiga con un mal que asola a todos por igual, grandes y pequeños, ricos y pobres, mayores, seglares, sacerdotes, esta es la insensibilidad, habéis perdido el gusto espiritual, habéis perdido la vibración íntima en el contacto con vuestro Señor a través de la oración. Forzáos, forzáos a volver, pues vuestra voluntad debe quebrar vuestro orgullo y así lograréis infinitas gracias de mis manos que no se extienden ahora sobre vosotros para hundirlos más sino para elevarlos, para acariciarlos, para daros lo que necesitáis. Solo esto puedo deciros, no seáis insensibles o cara será la consecuencia pagada por esto; no es amenaza, es llamado de amor. Y si no os amara, no os bendeciría como lo hago en todas partes y aquí también.
Recibid la bendición y la paz. Elevad esos objetos que sellan vuestra alianza conmigo en compromiso de practicar la verdadera fe.
No dejéis de derramar lágrimas por vuestros pecados y por los de vuestros hermanos, porque el pecado es mal de males, dolor de dolores.
Recibid bendición vosotros y vuestros objetos piadosos para que los utilicéis en mayor gloria del Altísimo y para vuestra salvación. Así un día reinaréis frente al Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Abridme vuestros corazones y veréis cuan poderosa es la mano de vuestro Señor. Dejadme actuar a través de vosotros y veréis brillar el Reino de Dios.
Hablad al mundo de mí, con vuestras obras, solo así este mundo pervertido, reconocerá que estáis en la verdad.
Id en paz como niños en brazos de vuestra Madre. Id en Paz.

Lectura: San Lucas, Cap. 20, Vers. 9 al 18.





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