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LOS QUE HARÁN MIS OBRAS COMO SUYAS
Capital Federal, 16 de enero de 1988
Cenáculo María, Reina Universal, voz del Cielo para la salvación de las almas
(Visión) Hay una mesa alargada con una mantel blanco y dos enormes sillas en las cabeceras, alguien está de espaldas y alguien de frente, y en el medio, todos los comensales están allí, la mesa se divide en dos partes, en una parte hay muchos manjares presentados muy bien, bien preparados y muy sabrosos, y de la otra parte solo hay un trozo redondo de pan y una copa con vino y el que está en frente es el demonio y cada uno puede pedir a quién quiere que le sirva, los de aquel lado pasan sus platos a él y él sirve todas esas cosas que parecen buenas pero están cargadas de un aspecto muy malo. y los de este lado bajan su cabeza avergonzados por la forma que los otros comen y hacen gestos y ellos solamente toman su pedacito de pan y lo comen y beben su copa con tranquilidad, luego juntan las manos y se quedan muy quietos y la parte del mantel de ellos está muy blanca y la otra parte se empieza a ennegrecer y poner negra y se comienzan a levantar los comensales y van a donde está el demonio y le dicen cosas y lo alaban y lo acarician y se toman de la silla de su trono que está muy lleno de joyas y él está ahí tan oscuro y también todo cubierto con unas joyas muy ricas pero muy negro y quién está de espaldas a nosotros ahora y se levanta es la Santísima Virgen en su silla y es Ella la que ahora se levanta y comienza a elevarse y los comensales que han sido fieles y se han alimentado de los que Ella les dió, aunque parecía poco, comienzan a elevarse con Ella y los otros miran y piden al enemigo que haga algo, que como Ella se levanta y los lleva y ellos no pueden ir y el enemigo no los deja salir y ya los tiene a todos agarrados a su silla y de ahí no pueden salir y ven como la Virgen se levanta y va con sus hijos hacia el Cielo con los que han permanecido fieles cumpliendo lo que Ella pide aunque parezca algo insignificante. Aquí estamos entre esas dos alternativas, aceptar lo que el demonio nos propone o lo que nos da la Virgen. La pureza pide la Virgen, símbolo, esa mesa blanca y la vestimenta clara de los que están allí, el pan y el vino, símbolo de la comunión con Jesús y también el cáliz bebido es símbolo de aceptamiento, aceptación de los dolores de cada día, de la pasión de cada uno personal de la cruz y las cabezas gachas son la resignación pero esperanzada porque es María la que está allí en la cabecera de la mesa. Del otro lado, el gusto que el demonio da a sus seguidores, los hace sentir y sentir y sentir, toda la sensualidad que carga su vida, que en la última hora se ve que no ha servido de nada y que son un peso para el alma y los ha aferrado al reino de las tinieblas. Los otros se han elevado como palomas hacia el Cielo de manos de la Santísima Virgen. Cada uno puede elegir en que parte quiere estar.
¿Y quiénes son estos?, dice el Señor, que se reunen a los pies de mi Madre a orar, ¿y que esperan de mí?; Yo os lo diré, estos son aquellos que harán mis obras como suyas y que transmitirán mis palabras como suyas con el mismo amor que lo hacen en otras partes otros designados para esta misma tarea y que harán propia mi obra, si aceptan mi cruz como suya los bendeciré, si aceptan mi amor universal, os colmaré de bienes espirituales, si aceptan seguirme más allá de vuestra mediocridad, os llevaré como flechas hacia el Cielo, dice el Señor.
Maldito mil veces el que apaga la voz del que clama por los derechos que el Señor tiene sobre vosotros, bendito por siglos sin fin, aquél que dedica su vida a llevar mi Palabra a sus hermanos, sin miedo, con prisa, con fuerza, apoyados siempre en la oración y los sacrificios íntimos personales que solo vuestro Señor conoce.
Un alma privilegiada1 no es cosa fácil de mantener, un alma privilegiada es una joya preciosa que hay que defender con todas las capacidades intelectuales, espirituales, materiales, con todas las entregas, renuncias y oraciones; un alma privilegiada no es juego, es un canal de gracia que el Señor abre, no os descuidéis, guardad el tesoro. Sed fieles, os amo.
Lectura: I Tesalonicenses, Cap. 4, Vers. 13 al 18.
Recibid según vuestra fe, en el nombre del Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Hacedme un lugar en vuestras almas y vendré a habitar con vosotros. Paz.
1 vidente.
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