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FELIZ EL HOMBRE QUE DOBLA
SUS RODILLAS DELANTE DE SU DIOS

29 de diciembre de 1986

Yo cumplo siempre lo que prometo y ahora las redes están llenándose.1
Sigan pidiendo porque es un signo de confianza, pidan con fe. Me alegra que confíen en mí.
Tú estás regresando ahora después de tanto tiempo y el Señor te recibe con un beso en la mejilla, el Señor no desprecia a ninguno.
Estén atentos al dolor que es el camino de la redención para ustedes y sus hermanos; no renieguen de sus pruebas, aprovéchenlas al máximo.
Esto es solo el comienzo, pronto verán.
Nadie se va de mi lado sin llevarse la paz; hoy inundaré de paz sus corazones para que siempre me lleven con ustedes; abran sus puertas a la gracia.
No hay nada nuevo que ver, que oír, que escribir, que publicar. La única verdad soy yo, sigan mis caminos y no se perderán.
Hoy dudas y mañana seras mi más ferviente apóstol, ¿quién lo sabe? tú y yo.
¿No se dan cuenta de esa emoción que sienten, ese gozo, esa sensación espiritual profunda?; es porque su Dios les está hablando. La razón se niega, pero el espíritu sube hasta mí. Sientan con el alma, vean con ojos de fe y todo será claro. ¿Quién puede darles una paz profunda, sincera, inconmovible sino Yo, Jesús?
Los quiero siempre unidos en oración.
Deben hacer penitencia por sus hermanos.
Los días que vienen serán muy duros, el año tendrá dolores muy fuertes; preparen sus almas para no dejarse arrastrar por la incredulidad, sobre todo por el temor.
No dejen enfriar sus corazones, lo que reciban hoy no lo pierdan. Crean y verán, síganme como antes. Como siempre los llamé; si conocieran el abismo insondable de mi misericordia no dudarían en dar su vida, pero hoy temen. Confíen, los levantaré como a Pedro de las aguas, tomen mi mano, ¿qué más debo hacer para que me respondan?
Pidan por las vocaciones sacerdotales.
Feliz el hombre que dobla sus rodillas delante de su Dios; la humildad atrae las gracias de mi corazón; los quiero humildes y entregados. Déjenme hacer en ustedes y verán.


1 9 de diciembre de 1985.




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