8 de diciembre de 2000
No es tiempo perdido aquél que dedicáis a la oración y a la meditación; antes bien, estáis ganando un enorme tesoro, válido aquí en la tierra y aun en el Reino.
Cada plegaria, cada oración, cada momento que os eleva a mí acrecienta vuestra espiritualidad y reviste vuestra alma de oro puro. Buscad momentos para el recogimiento a lo largo de vuestro día, buscad el diálogo conmigo, confiad en mí, pedid mi ayuda y allí estaré.
Se bien que vuestros corazones se agitan por muchas preocupaciones mas todas pueden ser vencidas por mi mano y superadas con mi gracia. Confiad, esperad, llamad.
Yo os bendigo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
Lejos están los caminos del Señor de los vuestros, mas yo puedo ser vuestro guía para que conozcáis unos y otros. Paz.
Lectura: San Marcos, Cap. 2, Vers. 15 al 17.
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