16 de junio de 2000
Aprended, pues, hijos de la luz, de mis Palabras, y llevadlas a la práctica para alcanzar la gloria celestial.
No llaméis felices a los que obtienen triunfos en este mundo ni llaméis dichosos a los que son reconocidos por esta humanidad pecadora y de ella obtienen su gloria. Sabed que la auténtica felicidad pertenece a aquel hombre que ha iniciado el camino de su conversión y ha encontrado el camino que lo libera y salva: Yo soy ese camino que lleva a la vida eterna. Feliz y dichoso, pues, aquél que ha encontrado su vocación siguiendo al Maestro, pues muchos han sido llamados, mas muy pocos responden acorde a la importancia de este llamado. Entregaos, pues, al seguimiento de vuestro Señor y poned por obra sus palabras para obtener su bendición y su paz; solo así seréis verdaderamente felices aquí y en la eternidad.
Recibid mi bendición y mantenéos fieles a vuestro juramento de fidelidad, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
No busquéis las grandes alturas sin haber logrado primero pequeños triunfos. Paz.
Lectura: Santiago, Cap. 5, Vers. 1 al 6.
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