3 de enero de 1997 | Primer Viernes de mes
Observad con atención las aves que surcan el cielo: todas ellas poseen el don de volar, mas no todas lo hacen de igual manera. Las pequeñas, en tramos cortos con mucho esfuerzo y riesgo, se elevan a poca altura; otras mayores logran alzarse más y cubrir distancias mayores; y las majestuosas, que con sus potentes alas alcanzan los lugares inaccesibles, donde solo ellas pueden existir. Mirad ésto en semejanza a vuestras almas y a vuestro progreso espiritual: al comienzo del trabajo por vuestra conversión tal vez os cueste alejaros de las cosas del mundo y, como las pequeñas aves, cada tanto tendréis que hacer un alto aquí y allá, pero sin olvidar vuestro deseo de volar. Más adelante, fortalecidas vuestras alas, intentaréis alturas mayores, hasta alcanzar las altísimas cumbres de la santidad; no estáis solos en esta empresa. No imitéis a aquellas aves que, aún teniendo alas, no desean volar, quedándose siempre en tierra interesadas en el mundo. ¡Volad, almas mías! ¡Elevaos con las alas de la oración y la caridad hacia las alturas donde Dios os espera!... No mezquinéis vuestras fuerzas, ni abandonéis la empresa tempranamente. Hoy estáis dando el primer paso y por eso mi bendición será especial. Abrid vuestros corazones... A vosotros van mis ángeles... Llevan ellos mi bendición en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
Vuestro progreso podrá ser doloroso, mas os servirá para vuestra salvación, como mi cruz. No vengáis a mí solo por interés, no vengáis a mí solo por las promesas: venid a mí siempre que podáis y yo os recibiré.
Id en paz.
Lectura: Hechos de los Apóstoles, Cap. 15, Vers. 23 al 33.
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