2 de agosto de 1996 | Primer Viernes de mes
Oíd la voz que habla a las almas y que almas quiere: la voz del Señor, vuestro Dios. ¿Acaso el pájaro, luego de haber comenzado a volar, retorna a su nido para no salir más de él?... ¿Acaso el hombre una vez crecido vuelve al vientre de su madre buscando comodidad?... ¿Acaso el niño una vez acostumbrado al alimento sólido desea volver a alimentarse con leche materna?... Yo os he llamado, os he instruido con mi Palabra, os he fortalecido con mi bendición os he mostrado el camino. He creado para vosotros mi Orden y os he llevado de progreso en progreso: ¿por qué deseáis ahora retroceder?... ¿por qué ansiáis ser ignorantes o inútiles cuando yo mismo os he capacitado y fortalecido?... ¿por qué deseáis retroceder en vuestra vida espiritual, temiendo el compromiso cuando yo os he llamado para grandes batallas?... No os confundáis: para quién desea el Cielo cada día es una oportunidad para crecer y quién oye mi Palabra y no crece se seca y muere.
No en vano el Señor está aquí y llama. No en vano habéis recibido mis enseñanzas y éstas os serán tenidas en cuenta en vuestro juicio personal pues muchos quisieran estar aquí y no están y vosotros debéis responder por esta gracia.
Yo os bendigo, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
Realizad con más frecuencia comuniones espirituales para consolarme y acompañarme. Allí también obtendréis fuerza para cumplir bien vuestro deber. Paz.
Lectura: Hechos de los Apóstoles, Cap. 5, Vers. 1 al 11.
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