10 de mayo de 1996
No os dejéis sorprender por el enemigo, aprended y estad alertas: gran cantidad de aquellos alimentos que recibís en vuestros hogares se hallan consagrados al demonio, y deben ser tratados como tales. Muchos de ellos han sido puestos bajo la protección de la fuerza satánica y afectan gravemente a quienes, por vivir lejos de mi gracia, los reciben. Sed cuidadosos... estos alimentos atacan no solo al cuerpo, sino también a la espiritualidad de quién los recibe, pues al hallarse consagrados al espíritu del mal, su fuerza es ejercida llevando a quienes los toman a los abusos, inclinándolos hacia los pecados capitales. Observad cómo cada día más se dan los excesos de alimento y bebida, y cómo éstos dañan la salud de los que lo reciben, perdiendo el control de sus actos y siendo dominados por esos espíritus, cuya tarea es dañar a quienes reciban estos alimentos consagrados al mal.
Por eso, no toméis alimento ni bebida alguna sin pronunciar sobre él la bendición, exterior o interiormente. De esta manera, su consagración satánica quedará sin efecto, y todo el mal no podrá afectaros. No recibáis alimento ni bebida sin agradecer y bendecir los mismos, os lo repito. Allí está la explicación de muchas conductas, de muchas reacciones, de muchas enfermedades.
Seguid mis consejos, o tarde o temprano lo lamentaréis; no es algo de poca importancia, ya lo veréis.
Yo os bendigo, recibid mi bendición en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
Nada de lo que entra en el hombre es impuro, mas si su alma está impura, lo malo que entra en él, crece y se multiplica hasta destruirlo por completo. No cometáis el error de despreciar mis enseñanzas, como en otro tiempo lo han hecho y lo han lamentado. Paz.
Lectura: Colosenses, Cap. 2, Vers. 4 al 15.
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