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Edición Nro. 41

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UNA ANCIANIDAD
VIVIDA CRISTIANAMENTE
ES PERLA DE GRAN VALOR

22 de marzo de 1996

La paz con vosotros, ovejas de mi grey.
Una ancianidad vivida cristianamente es perla de gran valor. Vivid vuestra vida de manera tal que llegando a vuestros últimos años podáis tener la paz en vuestro corazón y la mirada serena cuando penséis en el encuentro conmigo. Vosotros ancianos, no sois de ninguna manera inútiles para el Reino de Dios, pues por el contrario, mucho tenéis para ofrecer, mucho tenéis para dar, mucho tenéis para aportar en la construcción de un mundo mejor. Y si en los trabajos del mundo sois rechazados, aquí, en mi corazón, tenéis un lugar. Y si vuestros sacrificios para otros parecen inútiles, para mí son monedas valiosas que atesoráis en el Cielo. El secreto, pues, está en ofrecer todo ésto unido a mi Pasión. Ya os lo he dicho y os lo repito: uniéndoos a mi Pasión, multiplicáis vuestras ganancias.
Amados ancianos, no lleguéis apesadumbrados al límite de vuestra vida, pues vuestra alma está pronta a encontrarse con el Amado Eterno. Y si la enfermedad os aqueja, ¡cuánto más seréis consolado en el Reino! Vuestro puesto en este combate espiritual es irreemplazable; todos tienen su lugar y vosotros especialmente.
Animaos y fortaleceos. La llegada de la muerte, cuando estáis en paz con el Señor, es la apertura de una nueva vida que pondrá fin a los dolores y cargas de ésta. No os apeguéis a este mundo y a medida que los años avanzan pensad frecuentemente en vuestra patria celestial, vuestra auténtica tierra prometida donde Yo, el Señor, a todos os preparo un lugar.
Tened paz. Ofrecedme vuestras oraciones y sacrificios, vuestros dolores, vuestras penas y vuestras alegrías; todo tiene valor si lo ofrecéis con amor. Yo os bendigo en especial a vosotros ancianos; sabed que no sois despreciados por el Señor sino amados. Recibid mi bendición en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
Pedid especialmente en el curso de esta semana por aquellos que sufriendo a solas, se rebelan contra la Voluntad de Dios por no tener quién los consuele. Paz.

Lectura: Hechos de los Apóstoles, Cap. 16, Vers. 16 al 40.





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