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Edición Nro. 37

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ENCUENTRO RECHAZO Y FRIALDAD,
TIBIEZA Y DESINTERÉS

1 de julio de 1994   |   Primer Viernes de mes

La paz con vosotros, ovejas de mi grey.
¿Qué esperáis, pues, de mí? Si siendo rico me he hecho pobre, si siendo grande me he hecho pequeño, si siendo Dios me he hecho hombre por vosotros: ¿qué más esperáis de mí?
Si pudiendo desatar sobre vosotros mi ira, os ofrezco el amor, si pudiendo poneros en la balanza de la Justicia, prefiero la misericordia y el perdón. ¿Qué esperáis más, entonces, de mí? Si recorro el mundo día a día buscando corazones fervientes que deseen albergar mi gracia y encuentro rechazo y frialdad, tibieza y desinterés. ¿Qué esperáis, humanidad toda, de vuestro Dios? ¿Acaso necesitáis que rujan los cielos, que os ahoguen los mares, que os conmuevan los vientos para saber que todo el poder está en mi mano y puedo aplicarlo cuando lo desee? Humanidad, ¿por qué vagáis sin brújula por los mares tempestuosos del pecado siguiendo las insinuaciones del demonio? No tendréis mucho tiempo hasta que la misericordia ceda paso a la Justicia y el amor a la ira y al castigo, pues he esperado mucho y espero, mas no por siempre, si usáis esta espera para alejaros de mí, entonces actuaré.
Agradeced, pues, que mi Madre extiende sobre vosotros su amor y os cubre de mi vista muchas veces para evitar lo que merecéis, mas no siempre será así. ¡Levantáos ya, hombres y mujeres!, y haced posibles una transformación del mundo según mis designios. Vosotros tenéis el poder de invocarme en la oración y de vivir mi presencia en la eucaristía, aprovechad mientras podáis estos momentos de cercanía conmigo. Sigo esperando y mucho espero de vosotros, muy especialmente de los consagrados y de aquellos que hacen oídos sordos a mi llamada.
Yo os bendigo, recibid la Luz del Espíritu Santo según vuestros merecimientos y apertura en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
No habrá consuelo para aquél que pudiendo estar cerca de su Dios lo rechaza dejando pasar la oportunidad de salvarse. Paz.

Lectura: Eclesiástico, Cap. 51, Vers. 18 al 32.





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