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Edición Nro. 31

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YO GARANTIZO A ÉSTA, MI ORDEN

28 de agosto de 1992

La paz a vosotros, ovejas de mi grey.
Sabed que a través de la historia siempre han sido necesarias distintas medidas de ayuda para esta humanidad, cuando extravía el camino, cuando se confía demasiado en sus propias fuerzas, cuando ha elevado a la ciencia hasta la altura de Dios. Es a través de Congregaciones y Ordenes religiosas donde la vida de santidad contrastando con la del mundo llamaba nuevamente a su cauce a muchos hombres y mujeres de recta intención, que dejándolo todo, venían en pos de mí. Nuevamente en este siglo es necesaria la intervención del Cielo y por eso he creado esta Orden (Orden Seglar de los Apóstoles de los Últimos Tiempos) cuya medalla os habéis impuesto por propia mano, y por propia voluntad, haciéndoos así miembros de la clase elegida de los Apóstoles para llevar la palabra del Señor con vuestras vidas; hijos predilectos de mi mano misericordiosa de la cual no cesarán de fluir bendiciones sobre quienes tomen en serio este compromiso y trabajen por cumplir su misión. Ya tendréis, pues, tiempo para los goces en la otra vida: ¡Luchad ahora, sed severos con el mal, vosotros apóstoles!, ¡Yo os defenderé! No permitiré que palabra o crítica alguna sea levantada en vuestra contra, antes bien, Yo mismo ejerceré la defensa en los hechos, pues vosotros debéis ser el fermento para esta humanidad necesitada de Dios, para eso os consagrásteis, para morir por mi causa. Y eso representa esa medalla que lleváis en vuestro cuello, ella es vuestra vida, pendiente de un hilo que es mi Voluntad. ¡Mas no temáis!, también gozaréis de grandes consuelos, y recibiréis las fuerzas necesarias en todo momento como hasta hoy y por siempre. ¡Yo garantizo a ésta, mi Orden!, que ningún enemigo exterior o interior conseguirá triunfo alguno por insidias, engaños, calumnias y toda clase de maldades sobre ningún miembro de mi Orden, si no es ésto extremadamente necesario para educar su humildad o para castigar su falta de obediencia. Mantenéos unidos, formáis parte de una gran familia, cuyo divisa es el sacrificio por amor a Dios. Que otros al veros deseen imitaros ingresando a esta Orden reservada para unos pocos, valientes, sinceros, hombres de fe, humildes y sencillos. No temáis, pues, no temáis a lo que viene; teman y tiemblen aquellos que pudiendo hacer mucho bien, descansan dejando su conversión para mejor momento, pues llegará el día, vendrá la hora y seréis vosotros los Apóstoles de los Últimos Tiempos, fieles a vuestra misión, los primeros llamados a mi lado. Trabajad, trabajad ahora, pues aún hay tiempo. ¡Y no dejéis transcurrir ni un instante en vano! Cada momento, cada acto por mínimo que sea, revestido del amor que debéis profesar por esta Madre y por mí representa una derrota del enemigo de las almas. Donde vosotros estéis, llevaréis paz; donde vosotros estéis, llevaréis mi palabra en vuestra vida; donde estéis, seréis agradables con vuestros hermanos. Jamás busquéis un defecto a quién como vosotros es Apóstol pues de eso puedo encargarme bien Yo.
Paz. Esta bendición alcanzará a todos, pero en especial a aquellos que se han consagrado íntegramente a mí y forman los pilares, siendo los precursores de mi gran Obra, aquella que he pedido tanto tiempo a través de mi Madre y que hoy se ve cristalizada: la Orden Seglar de los Apóstoles de los Últimos Tiempos. Yo os bendigo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
Dad fruto abundante y bueno, así lo espero de vosotros. Mi paz a los corazones limpios.

Lectura: San Mateo, Cap. 7, Vers. 13 al 14.





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