TAMBIÉN LO ESTARÉIS EN LA GLORIA
3 de julio de 1992 | Primer Viernes de mes
No esperéis por mí, como aquél que espera el subir o bajar de la marea para iniciar sus tareas de pesca; no esperéis por mí, como aquél que espera el regreso de un familiar lejano; no esperéis por mí, como el labrador espera la salida del sol para dedicarse rutinariamente a sus ocupaciones; no esperéis mi voz como un acontecimiento común y corriente que debe darse, no os acostumbréis a oír lo que muchos quisieron y no pudieron.
¿No habéis dado cuenta acaso de todos los intentos que sigo realizando para que progreséis en vuestra espiritualidad y cercanía a mí?, ¿no habéis entendido aún que se trata de vuestra conversión verdadera y no superficial?, ¿no sabéis que la mejor manera de servir a vuestro Dios es buscando vuestra salvación y la de vuestros hermanos? Pues bien, ahora lo sabéis, cumplídlo.
Preparad bien el Día del Reencuentro con el Señor, ese día quiero aquí presentes a todos mis verdaderos seguidores, aquí renovarán ese día su promesa como Apóstoles de los Últimos Tiempos frente a mí y Yo los bendeciré. Aquí acudirán y recibirán todas las gracias que necesiten para continuar con su tarea, pero no debe faltar nadie, pues este lugar debe ser el verdadero sitio de Reencuentro y todos deberán saber que así es. Hacédles saber que aquí los espero.
Tened paz, Yo os bendigo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
Si estáis cerca mío en el dolor, también lo estaréis en la Gloria. Paz.
Lectura: II Pedro, Cap. 1, Vers. 3 al 11.
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