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Edición Nro. 26

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NO PERMITÁIS QUE EL ACOSTUMBRAMIENTO
INVADA VUESTRAS ALMAS

4 de enero de 1991   |   Primer Viernes de mes

La paz a vosotros, ovejas de mi grey.
No permitáis que el acostumbramiento invada vuestras almas y haga inútil mis palabras en vuestra vida. No permitáis que las contrariedades de todos los días os lleven a renegar de mí y de mis enseñanzas, porque mucho espero de vosotros y mucho esperan también vuestros hermanos, pues tenéis lo que otros no tienen: al Maestro Divino. Y cada enseñanza recibida debe dar su fruto abundante entre los hombres. Por eso una vez más os mostraré mi misericordia concediéndoos una gracia especial: la triple bendición de estas aguas, que os recordarán las aguas de vuestro Bautismo.
Reciban estas aguas la bendición especial que les permitan ser auxilios eficaces en la lucha contra el pecado y el demonio, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”). Reciban estas aguas así mismo, bendición especial, para fortaleceros en la lucha contra los enemigos exteriores, llamados el mundo, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”). Reciba además la bendición que os permita superar las tentaciones y debilidades, todo aquello que os hace tropezar y caer y que viene de vuestro propio interior y llamáis la carne, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
Debidamente fortalecidos a través de vuestras oraciones, usad prudentemente de esta agua bendecida, cada vez que oréis en vuestros cenáculos, en las plazas, y sobre todo ésta debe ser la única que se utilice en el Santuario de mi misericordia que habéis erigido en la ciudad por mí elegida. Recordadlo bien, recordadlo siempre, pues estas aguas tienen poder sobre el demonio, el mundo y la carne. Si las usáis en memoria de vuestra consagración y vuestro Bautismo, ellas traen a mí vuestra condición de hijos, adquirida por operación del Espíritu Santo al recibir tal Sacramento y vuestro Padre del Cielo al veros auténticos hijos, no podrá negaros nada, por eso usadlas, usadlas y recordad que son un obsequio de mi misericordia. Deben recibir antes de retirarlas la bendición sacerdotal (sacerdote presente), que es aquella que Yo mismo he instituido y nunca negaré.
Tened paz, amados míos, tened paz en el corazón, para poder sobrellevar lo que vendrá. La misericordia no es amada porque no es debidamente conocida, dadla a conocer actuando con vuestros hermanos como Yo actúo con vosotros.
Paz a los corazones bien dispuestos.
Y la bendición en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
Cada palabra es una perla preciosa, usadla según su valor para guardar el tesoro en el Reino de los Cielos. Paz.

Lectura: San Mateo, Cap. 20, Vers. 1 al 16.





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