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Edición Nro. 23

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LA ORACIÓN

24 de agosto de 1990

La paz a vosotros, ovejas de mi grey.
Abrid vuestros corazones y presentaos ante mí bien predispuestos. Oíd lo que la voz que habla a las almas dice, aprended lo que vuestro Maestro os desea enseñar, recibid con amor lo que con amor os doy.
Desde el comienzo de esta Obra una característica ha marcado la vida de todos lo que a ella pertenecen y es la oración. También en otras oportunidades os he hablado acerca de este tema pero hay algunas aclaraciones que merecen ser hechas y en especial en este tiempo.
Estáis en un mundo que ha perdido totalmente la noción de la espiritualidad, en el cual, el materialismo y el goce de los sentidos ha reemplazado en el corazón del hombre el acercamiento a Dios y el estado de gracia. Es por eso que la oración es una de las bases sobre las cuales debe apoyarse la vida del cristiano: No hay auténtico cristiano si no hay auténtica oración. Y para orar debéis estar bien predispuestos. Elegid en primer lugar, como ya os he dicho, un momento del día, en el cual vuestra alma se sienta llamada y mantened siempre este momento dando de vuestro tiempo una parte considerable en la cual entréis en diálogo conmigo. No lo hagáis jamás apresuradamente ni por un simple formulismo, no oréis como quién recita una lección mientras vuestros pensamientos vuelan hacia otros lugares, ni tampoco lo hagáis rápidamente sin enteraros de lo que decís. Pedid ayuda a vuestro ángel custodio, que él sea vuestra compañía cuando oráis. Él os enseñará e instruirá, para ésto lo he puesto a vuestro lado.
Sabéis bien que hoy en día se proponen múltiples formas de oración, pero vosotros, sabiendo que la confusión es tal, debéis buscar las formas más seguras: Revisad pues los Santos Evangelios, ved como he enseñado a orar a mis discípulos. Tenéis en vuestras manos la forma en que Yo me dirigí a mi Padre, el Padrenuestro, así lo llamáis, es la oración que compuse para vosotros y que permanecerá siempre y que reúne todas las condiciones de una auténtica oración. Y no olvidéis al orar a la Maestra de oración que es mi Madre, la oración llamada Avemaría es la dedicada a Ella especialmente por el ángel del Cielo. Tenéis esas dos oraciones de máxima inspiración y seguridad, no las reemplacéis por otras compuestas por vosotros mismos o por otros hombres que bajo apariencia de mayor belleza pueden guardar menor eficacia o más dispersión. Y así unidas estas dos, con la alabanza al Dios verdadero Uno y Trino, las halláis formando la cadena indestructible: El Santo Rosario.
Yo he venido al mundo, os he enseñado a orar, mi Madre ha vuelto y lo mismo ha hecho. Usad estas oraciones que cuentan con el respaldo del Cielo y guardad un espacio en vuestra oración para el silencio y la apertura del corazón dejando que se oiga interiormente la suave inspiración del Espíritu Santo, mas no os confundáis, hoy en día es muy común la búsqueda de una espiritualidad falsa basada en fórmulas de oración que provienen de otras religiones que han infectado mi Iglesia de una manera tal que se ha pervertido aún la forma de rezar el Breviario pues unidas ciertas meditaciones con posturas del cuerpo provenientes de otras religiones producen sensaciones que no son exactamente la influencia de Dios en las almas sino un mero engaño, un espejismo. Aquellos que practican estos tipos de oraciones que traen alivio inmediato a las almas sin importar su estado de acercamiento a mí, están practicando una falsa oración, porque para estar en conversación con vuestro Creador debéis primero estar en paz con Él. Libraos antes de orar de los pecados para que vuestra oración pueda llegar efectivamente Y no hagáis caso a estas nuevas recetas que son los viejos errores disfrazados de buscar la propia satisfacción en la oración y no el diálogo con vuestro Dios. Recordad entonces estas recomendaciones: El rezo correcto del Santo Rosario meditando sus misterios, puede resultaros más tedioso y puede pareceros menos efectivo, mas el Cielo os garantiza el poder de esta plegaria. Y sabed que la oración necesariamente debe estar hecha en estado de gracia para tener mayor fuerza. No os perdáis en todas las demás propuestas que solo buscan dispersar la fuerza del Espíritu Santo que desea expresarse en oración. Y sabed que no hay trabajo alguno que reemplace a ese diálogo íntimo con vuestro Dios. Todo lo haréis bien si antes me lo dedicáis con una oración, todo llegará a buen fin si antes me lo ofrecéis, todo lo lograréis si perseveráis en la oración.
Tened cuidado, pues, y no os dejéis engañar por la multitud de falsos maestros que hoy en día enseñan que cualquier expresión espiritual es una oración agradable a Dios. Y sobre todo aprended el valor de la oración en unidad con vuestros hermanos, porque allí la fuerza es mayor y allí se siente como en la primeras comunidades, la fuerza del Espíritu Santo. Mi última recomendación es para que oréis frente a los Sagrarios, allí donde mi presencia ha sido abandonada, allí donde mi presencia ya no es respetada, allí donde mi presencia ha sido dejada como un simple recordatorio. Orad en lo posible silenciosamente pero con perseverancia. Insistid, pues, allí está la fuente de todas las gracias y reparad vosotros las heridas que otros abren en mí.
Pues bien, hijos míos, estas son la primeras consideraciones acerca de la oración. Tomádlas y ponedlas en práctica.
Yo os bendigo para que vuestras buenas intenciones puedan hacerse obra en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”). Solo practicando la verdad, obtendréis la libertad. Mi paz a vosotros.

Lectura: I Corintios, Cap. 4, Vers. 10 al 15.





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