28 de julio de 1990 (Reunión de Enfermos)
Sabed reconocer la voz que habla a las almas y os llama a retornar al camino del bien. ¿Recordáis pues la parábola del buen samaritano? Como aquel hombre asaltado y golpeado por los bandidos fue atendido por aquel caminante peregrino, pues bien, para eso os llamo. Yo soy vuestro samaritano. El demonio y sus cómplices habían hecho presa de vuestra vida y os habían destruido física y espiritualmente dejándoos a un lado del camino como muertos y así os he encontrado, y así he llegado a vosotros, os he acercado mi misericordia, he sanado vuestras heridas con mi bendición. Os repondré acercándoos al sacramento de la confesión y os daré a beber el agua fresca de mi presencia en la eucaristía y os guardaré en lugar seguro, en aquella posada que a todos recibe y por la cual Yo ya he pagado que es mi Iglesia en cuyo seno me esperaréis hasta mi vuelta. No despreciéis esta oportunidad, no volváis a andar caminos oscuros, no os expongáis ya. Habéis encontrado la luz, quedáos a su lado.
Tengo para vosotros palabras de consuelo y de aliento, consuelo para la situación en la que os encontráis. Sabed que todo está inscripto en mi Voluntad, aliento para sigáis adelante no abandonando las prácticas que os pedí. Llevad a todo el mundo el mensaje del amor de un Dios que se preocupa por cada una sus criaturas y haced que todos a través de vuestra vida me vean. Reconoced la voz que os llama, reconocedla a tiempo, pues poco tiempo hay ya para esta humanidad y aquél que ha hecho oídos sordos pagará por su propio endurecimiento.
Amados míos, si seguís mis consejos viviréis por siempre en mi corazón. Todo os he dado, nada vengo a quitaros, no temáis nada de mí.
Mi paz y mi bendición desciendan sobre vosotros en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
Solo lo que hagáis por amor reluce ante los ojos de Dios. Paz.
Lectura: San Mateo, Cap. 26, Vers. 69 al 75.
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