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Edición Nro. 23

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VOSOTROS NO SEGUÍS A UN HOMBRE,
SEGUÍS AL SEÑOR

27 de julio de 1990

La paz a vosotros, ovejas de mi grey.
Cuando el espíritu de éste (vidente) sube hasta mí, vosotros, aferrados a él, también lo hacéis porque es gran obra de misericordia permitir a una criatura común y corriente interceder por sus hermanos y recibir los grandes dones del Cielo para distribuirlos.
Cuando os pregunten porque procedéis así en vuestra vida de todos los días negando las cosas del mundo y amando las cosas de Dios, responded que primero se debe obedecer al Señor y luego a los hombres. Cuando os pregunten porqué causáis división en vuestras familias, porqué rompéis los lazos de sangre prefiriendo otros lazos de hermandad espiritual, responded que el Señor ha venido a vosotros a traer la perfecta división entre el bien y el mal y vosotros sois los portadores de ese límite. Cuando os pregunten porqué causáis tantos disgustos a la Iglesia, responded que la Iglesia no se disgusta con vosotros sino los malos eclesiásticos, en cambio, el Santo Padre y todos los sacerdotes fieles al Señor os ven con agrado. Cuando os pregunten porqué seguís a un hombre, responded que no hay hombre alguno que pueda daros lo que Yo os doy, que si no es este hombre (vidente), cualquier otro podría serlo. Vosotros no seguís a un hombre, seguís al Señor, que se manifiesta a través de un hombre de una forma especial y misericordiosa, pero es el Señor.
Cuando os pregunten porqué dedicáis tanto tiempo a la oración, responded con sinceridad que lo hacéis por todos aquellos que no dedican ni un minuto en su vida a Dios. Cuando os acusen de falta de humildad, pedid que os aclaren en qué frase evangélica, en qué Palabra de vuestro Dios, en qué documento de la Iglesia, qué ángel del Cielo, les ha revelado que humillarse frente a Dios es un pecado y que caer de rodillas en la presencia del Señor es falta de humildad. Orgullosos sois, sí, orgullosos de haber descubierto el camino, orgullosos de saberos dueños de nada, solo administradores aún del aliento que sopla en vuestras bocas. Hijos míos, si os comprendiesen, me comprenderían, mas Yo endurecí esos corazones por su falta de fe en mí y por su exceso de confianza en sí mismos, por eso os miran y no os ven como Yo os veo, por eso sois la vergüenza y el escándalo de los malos cristianos, mas Yo os aseguro, creédlo, sois el orgullo del Cielo. Librad la batalla, pues, y buscad, buscad más justos para formar la legión de los apóstoles de los últimos tiempos, esta Orden debe existir, como ya existe y debe crecer en los corazones, en el recinto sagrado donde solo Yo puedo entrar, donde nadie podrá tocar el precioso tesoro de la fidelidad a Dios y el servicio a los hermanos.
No perdáis la esperanza en las conversiones de aquellos que os interesan, Yo os ayudaré si vosotros insistís y perserveráis en el bien. Mas sabed que os quiero firmes, firmes a mi lado, como hoy, siempre.
Tened paz, Yo os bendigo, recibid con esta bendición la fuerza de perseverar en el bien, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
Preparad cuidadosamente la Reunión de Reencuentro con el Señor, pues ese día atraeré a todos a mi corazón con tal fuerza que quedarán por siempre adheridos a mí. Paz a vosotros.




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