MUJERES, ACUDID EN ESTA BATALLA
POR LA SALVACIÓN DE LAS ALMAS
22 de septiembre de 1989
Llenad vuestros corazones con mi amor, poned voluntad frente a las pruebas, confiad en mí y saldréis siempre airosos aunque los resultados no os parezcan del todo buenos en este mundo, no miréis a estos, mirad a su repercusión en la otra vida. Por lo tanto os he dicho y os vuelvo a decir: Alegraos en las caídas pensando en la nueva oportunidad, alegraos en las flaquezas pensando en la fuerza que viene de Dios, recurrid a mí siempre.
Existe un reclamo que he hecho y seguiré haciendo a toda la humanidad y en especial a aquellos que creen en mí: no se confía lo bastante en vuestro Señor, aún no confiáis hijos míos bastante en Dios, aumentad esa confianza en mí y aumentarán las gracias que os concederé. A aquél que a mí se abandona no dejaré caer y aquél que en mí se apoya no le retiraré mi brazo.
No rechacéis como antiguos los medios de salvación que he entregado como tesoro a mi Santa Iglesia pues ellos eran, son y serán siempre los medios válidos de llegar a mí y no están sujetos al tiempo, ni a la moda, ni a los cambios caprichosos del corazón humano, pues los medios de salvación han surgido de mi misericordia para vuestro bien y no de la inventiva de los sabios de este mundo, por tanto, defended esta inmutable fuente de gracia que son los sacramentos. Defendedlos en la práctica, recibiéndolos tal cual corresponde a un perfecto hijo de Dios y muy especialmente mi Cuerpo y mi Sangre, amados míos.
Siempre he pedido y vuelvo a pedir humildad en los triunfos, paciencia y perseverancia en el bien y oración continua, estos secretos son para vosotros que sois pequeños frente al mundo, mas robáis las gracias de mi corazón cuando practicáis mis mandatos. Solo alcanzaréis vuestra fidelidad perfecta a Dios en el Cielo mas aquí en la tierra luchad por manteneros lo más cerca posible de ese ideal.
Ángeles y santos, niños, hombres, mujeres, acudid en esta batalla por la salvación de las almas a defenderlas del ensañado ataque del enemigo, es la orden de vuestro Dios, maestro y Rey, no dejéis pasar la oportunidad, Yo estoy de vuestro lado.
La paz en vuestros corazones, amados de Dios.
Lectura: Jeremías, Cap. 50, Vers. 33 al 40.
I Corintios, Cap. 4, Vers. 14 al 21.
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