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EL SILENCIO... EL SACRIFICIO

16 de agosto de 1989

Mi paz a vosotros, pequeñas ovejas de mi grey.
El silencio, la meditación y la oración atraen mi presencia a vosotros, entre vosotros y dentro vuestro me sentiréis, si esa es vuestra actitud. La estridencia, el desorden, estorban la presencia divina, obnubilan vuestra espiritualidad y no os permiten captar mi presencia. Tened siempre en vuestra vida un momento para el silencio y para el reposo espiritual, vuestra alma aquietada, debe sosegarse y elevarse a mí, donde hallará paz y fuerza. Yo os estoy dando fuerza, amados míos, para que seáis lo que sois y para que cumpláis los designios de Dios.
Es necesario tener un buen espíritu de sacrificio, no entendáis por sacrificio aquellos grandes esfuerzos por realizar cosas de mucho costo delante de muchos. Si negáis vuestra voluntad y lo ofrecéis a mí, si os hundís para elevaros en súplica, si os aplastáis para levantar vuestros ojos a mí, si os fundís en mi voluntad sin importar consecuencias, ése es vuestro sacrificio y no siempre será visible a los ojos de los hombres. Lo mejor que podáis darme es lo más íntimo de vosotros. Aunque se tiendan lazos malignos a vuestro alrededor, aunque truenen mil autoridades en vuestra contra, aunque se esgriman millones de argumentos, nada superará la gracia divina que ha puesto fijo en vuestros corazones mi misericordia, y sed de salvación para las almas, por eso sois vosotros y no otros quienes estáis aquí.
No basta al hombre tener buenos pensamientos si éstos no salen a la luz en una buena práctica; no os quedéis encerrados en vuestras propias ideas, compartidlo todo conmigo y Yo limpiaré el camino, pues el silencio en compañía de vuestro Dios es un silencio vivo en el cual palpita el amor y la misericordia y a través del cual desciende la luz al alma que se entrega a mí.
No temáis nada, aquí en esta tierra, nada hay de valor para vosotros.
Tened paz, la paz de vuestro Señor.
Se inunde vuestros corazones con la gracia de la misericordia.
Yo os bendigo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Todos responden: “Amén”).
No importan derrotas o victorias pasajeras, solo importa la enseñanza que os deje cada una de ellas, en provecho de vuestras almas.
Paz a quienes aman.

Lectura: Deuteronomio, Cap. 32, Vers. 1 al 4.





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