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QUIÉN APRENDE A VER AL SEÑOR
EN LAS COSAS SENCILLAS, VERÁ MARAVILLAS
Y GOZARÁ EN LA PRESENCIA DE SU SALVADOR

CAPITAL FEDERAL, 3 de febrero de 1989   |   Primer Viernes de mes
VI VIGILIA DE ORACIÓN
CAPILLA JESÚS SACRAMENTADO

Descienda la paz a vosotros, ovejas de mi grey.
Nuevamente hoy os reúno, aquí, en mi casa donde me hallaréis siempre vivo, presente, prisionero de amor (en el Sagrario), esperando por vosotros.
Recordad cuando al incrédulo Tomás mostré mis manos y mi Costado, mis llagas para que creyese, mas a vosotros, mis ovejas, mis seguidores, os muestro mi corazón, porque en él están todos los tesoros que la misericordia divina tiene guardado para sus hijos fieles. Sois vosotros la llama que arde sobre mi corazón si ponéis en práctica mis pedidos, si ponéis todas vuestras fuerzas al servicio de la Santa Iglesia y si os acordáis de mí aún en los momentos más difíciles. Ningún hombre puede vivir si se le arranca el corazón. Vosotros que sois mi cuerpo no podéis vivir sin mi corazón misericordioso y lleno de bondad. Os repito un llamado urgente: Volved a la piedad en los templos y a la oración en familia, volved a los sacramentos recibidos con dignidad, como operación de Dios en vosotros. Retornad a mi a través del perdón de los pecados. Muchos conozco que diciéndose mis seguidores, sienten aversión por el Sacramento de la Penitencia y no ha de ser así: quién no lave su alma en este río de agua viva, no podrá luego compartir mi gloria. Quitáos el peso de vuestros pecados a menudo, quince días... diez días... para el mundo en que vivís, eso está bien: Confesaos cada diez días y tratad de comulgar diariamente. ¿Es difícil acaso lo que os pido? ¿Os pongo en aprietos con esto? Voy a daros mis gracias extraordinarias, ¿y váis vosotros a negarme pequeñas porciones de vuestro tiempo?
A vosotros, mis hijos sacerdotes y consagradas, (tres sacerdotes presentes y varias hermanas de distintas congregaciones) os digo: Sabed que tenéis hoy una tarea grande que cumplir. Cuando en una batalla quién lleva el estandarte cae muerto, debe el que le sigue levantar la misma bandera y continuar la lucha. Así vosotros, en nombre de la Santa Iglesia, debéis levantar la bandera de la fe que ha caído en este mundo, pisoteada, rebasada por la abundancia de pecado, aún dentro de vuestras propias filas, mas Yo, el Señor, estoy con los fieles, pues soy fiel, y debéis disculpar que os ataree de una forma tan pesada, mas los operarios son pocos y si miráis con atención, la cosecha es muy abundante... ¿verdad?
Y bien... ¿qué esperáis? éstos son mis hijos y mis hijas amadas, reuníos vosotros también y participad del gozo de saber que vuestro Señor está acariciando con su palma a aquellos que desean acercarse; que vuestra Madre Santísima está orando junto con vosotros, entre vosotros y por vosotros.
¿Qué más deseáis ahora? No pidáis pruebas absurdas que nacen de vuestro egoísmo y orgullo; inclinad la cabeza, orad y os daré la luz, seguidores míos.
Mientras recéis los misterios siguientes, mis arcángeles pasarán entre vosotros a signaros la frente. Así lo haré cuantas veces os reunáis en estos primeros viernes por mí pedidos. Ellos renuevan en vosotros la señal del cristiano en vuestra frente ungiéndolos para la batalla. Y sabed que no lucháis contra la carne y la sangre, lucháis contra los espíritus del Infierno que desean perderos y perder a todo el mundo mas no temáis, Yo estoy en la barca, la barca no ha de hundirse, tened fe.
Estos cirios benditos representan mi presencia en vuestros hogares, no los utilicéis prematuramente, guardadlos, son sacramentales, llevan mi gracia y son para situaciones extremadamente difíciles. Bendeciré ahora estas velas que sirvan para que vosotros entendáis mi llamado a ser la luz del mundo (Jesús bendice las velas en latín).
Vosotras, ovejas de mi grey, no temáis, porque siempre habrá un pastor que os guíe, siempre habrá pastos verdes, siempre habrá aguas frescas, siempre habrá vida para los que siguen a la Vida, hecha amor y al amor, hecho vida.
Mi Madre os bendice con predilección y os pide que cubráis estas dos semanas siguientes con el rezo del Santo Rosario en cadena para proteger la misión que se está iniciando (se refiere a la visita de la Obra por el interior).
Y a todos vosotros que os habéis reunido en mi nombre os doy la salud y la paz en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Quién aprende a ver al Señor en las cosas sencillas, verá maravillas y se gozará en la presencia de su Salvador. Tu fe te ha salvado, tu fe te ha salvado.
Estas gracias son para vosotros, pedidlas con insistencia.
Tened paz, refugiáos en mi corazón, pues mi fuego no quema sino enardece el espíritu para la práctica del bien. Paz a vosotros.

Lectura: San Lucas Cap. 6, Vers. 47 al 49.





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