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Edición Nro. 5

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EN LAS CERCANÍAS
DE UNA REUNIÓN TAN IMPORTANTE

CAPITAL FEDERAL, 8 de julio de 1988
CENÁCULO MARÍA DE NAZARETH

Que la paz llegue a vuestros corazones, los inunde y los limpie de todo dolor y tristeza, pues a vuestro encuentro con el Señor debéis renovar vuestros sentimientos de amor al sacrificio, y de fe y esperanza en la verdad que se cumple infaliblemente a través del paso del tiempo terrestre pues el Cielo y la tierra pasarán, mas las palabras de vuestro Señor siempre serán actuales.
En las cercanías de una reunión tan importante como la que realizaremos, necesito de vosotros un trabajo especial. Ha pasado ya el momento de las palabras. Debemos llegar ahora al instante del Reencuentro basado en nuestras obras de sacrificio, de amor, de oración. En primer término cubrid de ahora en más y hasta el día de nuestra reunión general, todos los días de la semana con ayunos excepto domingo. Realizad vuestra cadena de oración acostumbrada, anotándoos en distintos horarios para que la oración también sea permanente. En tercer lugar realizad novenas de misas, nueve días seguidos concurrid a la Santa Misa comulgando por la intención que ya les he marcado: el éxito de la Reunión del Reencuentro con el Señor y la conversión de todos los pecadores, pues si habéis visto en este mundo grandes calamidades y blasfemias en nombre del poder, veréis muchas más que esgrimirán como escudo de batalla los derechos, la libertad, el amor y son simplemente distintas máscaras que el enemigo se coloca para engañar.
Y algo más aún, la ofrenda del silencio ha quedado relegada. Muchos de vosotros ni siquiera habéis intentado una vez. ¿Por qué entonces habéis venido a oír mis palabras si no os interesa cumplir? Y pobre de aquél que piensa que esto es un capricho humano, porque el Señor demostrará que no es así y quedará avergonzado frente a sí mismo y frente a su Dios.
Descansad vuestros problemas y dificultades en mi corazón, pues para esto he venido, para aliviaros, socorreros, defenderos y daros muestras de misericordia cuando aún hay tiempo. No temías, vuestro Dios os protege y ama; no temáis. Ningún hombre puede lo que puede el Señor. Tened paz. Os bendigo a vosotros, a vuestros objetos piadosos. Quede aquí mi ángel custodio del centro de oración. La bendición del Señor descienda sobre vosotros porque siempre es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dejad penetrar mis Palabras en vosotros. Quede aquí mi paz.

Lectura: San Marcos, Cap. 11, Vers. 20 al 26.





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