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Edición Nro. 5

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TODOS TIENEN LA OBLIGACIÓN
LA DEUDA DE AMOR CONMIGO

LA PLATA, 4 de diciembre de 1987   |   Primer Viernes de mes
CENÁCULO NUESTRA SEÑORA DE TODAS LAS GRACIAS

Dice el Señor, si mis pedidos fueran menos fuertes, ustedes serían más, pero tendrían menos fuerza, y en esto es preferible buen cumplimiento en pocos que relajamiento en la mayoría. Por eso, llamo a todos a su obligación por igual, a los que dirigen y a los dirigidos, a los que guían y a los guiados, a los que escriben y a los que leen, a los que rezan y a los que hacen rezar a otros. Todos tienen, dice el Señor, la obligación, la deuda de amor conmigo y esa deuda se salda con sacrificios y penitencias, con humildad en el trato y con paciencia en las pruebas.
Dice el Señor que sabe que se han quedado un poco desanimados y tristes en la última visita que Él ha hecho y que sepan que están unidos a Él, los que deseen seguirlo y que aún hay tiempo para conversión para el resto y que no todo está perdido porque el Señor es quién hace surgir un oasis en medio del desierto y así debe ser este lugar de oración, un oasis en medio del desierto de fe.
No os desaniméis, no os dejéis aplastar por el abandono, ni cambiéis vuestras convicciones por otras más cómodas y vanas, mantened la profundidad en la oración, la rectitud en el pensamiento, la caridad en el trato, la mansedumbre y Yo os premiaré con el galardón incorruptible de la gloria. Venid a mí si estáis sedientos y Yo os saciaré, confiad en mí los que teméis, Yo os protegeré, aferráos a mí, los dudosos y Yo os elevaré con el calor del Espíritu. Entrad a mi Iglesia, pues no hay salvación segura fuera de Ella, pues Ella es custodia de la verdad.
Os dejo la paz, os doy mi paz, no es como la que da el mundo, pues es paz interior, profunda, espiritual, es paz activa, porque os llevará a transmitirla a vuestros hermanos, con vuestros gestos, palabras, obras, intenciones.
Os doy la bendición a vosotros aquí presentes y a todos estos objetos, pero que sean utilizados para mayor gloria del Reino de Dios en la tierra, en el nombre del Padre, Hijo y del Espíritu Santo.
Decid si no hay aquí un Dios comprensivo que os contempla aún en las pequeñeces, aún en vuestro cansancio, en vuestra falta de fervor, en vuestra falta de piedad. Os entiendo, os comprendo, no os justifico, pues podéis cambiar eso; trabajad, trabajad en vosotros y dejadme trabajar, solo así lograréis algo. Retornad en paz a vuestros hogares y llevad la paz a vuestras familias. Recordad meditar sobre la lectura que os marcaré ahora. Paz a ustedes.

Lectura: Apocalipsis, Cap 2, Vers. 12 al 17.





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